Y trino...

enero 22, 2018

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En primera instancia: cerrar los ojos y volar.


Despierto sudando con la vejiga a punto de reventar.
Apenas abro los ojos, imagino que serán las cuatro de la mañana.
Vuelvo al abrigo de la cama vacía. Retomo el sueño.

Caminaba de prisa por una ciudad -el tramo era largo, lleno de calles cerradas y pendientes-; atravesaba calles mojadas, semi vacías, cargando una bolsa con alguna especie de encargo y con un teléfono celular que vibraba cada cierto tiempo.

En un detalle muy realista, esas vibraciones eran estocadas de cada una de las discusiones que venían persiguiéndome: algún viejo amante, una mejor amiga con sentimientos de traición, la oscuridad de la noche.

Atravesé un cerro con una iglesia -era la ruta más corta-, que celebraba una boda muy elegante.
Me disculpé por irrumpir, atravesé haciendo cortejo a la novia, pisando sin querer su vestido.
Alguien me reprendió, el organizador supongo.
Llego a la cima, después de sonreír a los novios, y un agudo dolor en la boca del estómago me congela. Me incorporo, con la determinación de llegar a mi destino.
Continúo con escalofríos y la certeza de que no habré de llegar.

Son las 7:30 de la mañana. Debo levantarme y cumplir cabalmente con la rutina.
Hace dos días apenas me atreví a ponerle una pausa, una muy disruptiva.
Aún tengo resaca, no encuentro el motivo para levantarme y sé que en algún espacio del día me encontraré de frente con ese escalofrío, con ese dolor en las piernas y la casi incapacidad para continuar.

Tropecé con Gepe. Intento estar mejor.

Salvavidas matutino




abril 07, 2017

Himno

De pronto, te pilas con la noche a cuestas.
La memoria -ese enemigo ultraizquierdista- activa uno a uno los recuerdos. Las noches. Los gestos. La piel erizada.

Te concedes el indulto de suspirar por el tiempo pasado. No hay lágrimas, sólo hondos suspiros que aceleran el estado de descomposición.

¿En qué momento todo se fue por el caño? ¿Cuándo dejó de iluminarse tu rostro al calor de la sorpresa?

"Lo peor que te puede pasar es la costumbre",  dijo alguna vez. Y tuvo razón.

Con las horas del día muere la razón; con la luna, vienen los reproches, las sonrisas, los gemidos. El amor.

Ser el vigía de las horas nocturnas tiene un doble propósito: las laceraciones y la redención. Abre el cuaderno de notas y comienza a escribir este sueño:

"Estás en todas partes y en ninguna. Fluye, gira, descansa en el remanso. No te detengas, aunque no entiendas la dirección".

septiembre 04, 2016

No way no

Cuando a la luz del sol, aferrada a este abrazo, descansan el sudor y la fatiga de antaño, soy capaz de entenderlo todo: que las preguntas extenuantes jamás tienen una respuesta directa, que la marea sube y baja constantemente, arrastrando y trayendo nuevos amaneceres, diferentes caras y sitios reconfortantes.

No me preguntes por qué ahora siento paz en donde antes tuve una guerra insolente; sé que este no es mi sitio, que siempre habrá nuevos puertos, otras anclas, y nuevamente mareas llevándose todo en un santiamén.

Cada vuelta, cada adiós es un signo de interrogación. Tres desgraciados puntos para los que, como yo, queremos ser bilocuentes. Siempre entre ayer y futuro.

Presente jamás.