El movimiento continuo apenas me deja escribir.
Podría acusar a la bestia de acero, con su trepidar de gota incansable; es probable que termine por rendirme.
Son estas esperanzas machacadas, la palabra al filo de la lengua, los días con su pegajoso cansancio.
Son incontables las veces que he cuestionado mi insistencia en esta entrega terca y humillante -es posible amar sin degradarse un poquito? -.
Una vez más vuelvo a la génesis de mi evolución: en mi cabeza resuena tu voz, carro de guerra en marcha, apuntando nombres, momentos, prioridades...
Es de noche, y apenas empieza mi ciclo de estrella obligada a iluminar.
[esperaré a que la noche duerma y me quiera arrullar, que me aplaste por fin]
...a lo lejos, Samantha toca el piano.