Y trino...

agosto 04, 2008

Medianeces

Nací justo a la mitad del año, un 15 de junio (ya sé, ya sé…pero es la mitad del 6° mes).
Toda mi vida ha estado marcada por las medianías: soy de estatura mediana, estoy en el promedio de habitantes con posibilidades de éxito, soy el segundo de los tres hijos de mis padres –y todos varones-. Nunca he podido ver el vaso medio lleno ni medio vacío, lo veo simplemente a la mitad. Funciono siempre a medias porque trabajo bajo la insignia ‘deja para mañana lo que no puedas hacer hoy’. No soy feo ni soy guapo, no tengo ojos azules ni profundamente cafés, no soy gordo ni soy flaco.

Cuando me llegaron los tiempos escolares, nunca pude sacar el primer lugar en nada: no era lo demasiado ágil en el basquetbol, ni sabía moverme más que en la media cancha para el fútbol. Quise alguna vez concursar en los torneos de matemáticas (impulsado un poco por los premios, más que por mi afición a los números) pero mi IQ gritaba a los cuatro vientos que un niño promedio como yo, no era el mejor candidato para representar a la escuela. Sin embargo, cuando lograba colarme hasta el podium, me veía opacado por la sombra del chico ubicado en el peldaño más alto.

Si a mis padres les venía la gana de discutir, siempre estaba en medio: ‘Carlos es un bueno para nada’, ‘Carlos no va bien en la escuela, ni ayuda lo suficiente en la casa, ni tiene novia o inclinaciones sexuales que hagan pensar que lo que se ve es lo que hay’.

Alguna vez también estuve en medio de dos chicas, aunque después me hicieran a un lado para besarse apasionadamente y olvidarse de mis fláccidas carnes. Hace poco me enteré de que también estoy en un triángulo amoroso.

Y ahora, cuando estoy a la mitad del trayecto entre el puente y el asfalto, lamento que mi vida vaya a terminar también con medianeces –llamadas aristocráticamente mediocridades-, con mi cuerpo a la mitad de la avenida, medio muerto.

Y ahora, si me disculpan, debo despedirme: estoy a la mitad de un pensamiento.