Y trino...

diciembre 08, 2013

Domingo Western

En primera instancia: cerrar los ojos y volar.

Y una mañana de domingo me he dado cuenta de que somos un montón de balines desperdigados.
Me entristece saber que a pesar del abrazo en silencio, en un acto reflejo, no seamos capaces de ver la agonía de la vida.

Somos fiesta pero sin compañía, en la intimidad de los sentimientos de orfandad.
Andamos por la vida como quien no tiene el ombligo enterrado en el seno de una familia;
somos estúpidos y lo sabemos; preferimos ignorarlo, pasar por alto las señales de que nos estamos yendo al carajo con nuestra soledad.

Al final del día, visto está, los amigos se van, te traicionan, consiguen más y mejores amigos.
Y te quedas ahí, imbécil, incapaz de reordenar tu mundo.

Ale, vamos a vivir.
Por lo pronto, voy a mudarme a un país diferente.
Con banderas de colores, vecinos sonrientes,
café humeante e interminables charlas.
Un despertar con frazadas, amor impersonificable y suficiente tiempo para agradecer por ser maravillosamente rico.

[Hoy, queridos, estamos rotos. Acá, soy un pueblo de western: derruido, desolado, mugroso]

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