En primera instancia: cerrar los ojos y volar.
Hubo una vez un hombre que hubiera hecho todo por verme bailar de placer.
Y lo alejé de mí.
Hubo una tarde en la que quise haberle dicho que sí, para hacerle frente a la soledad de su mano.
Hubo un minuto en el que tomé la decisión correcta, y lo dejé pasar de largo.
He aquí que sigo sola.