Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...
Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.[Apunte callejero, fragmento. Oliverio Girondo]
Es completamente cierto. Usted nunca se equivoca, y yo no miento.
(Salvo las ocasiones en que era necesario sacrificar un poco de fidelidad por conseguir un poco de orden).
No le voy a mentir porque no vale la pena. Hay cosas que es improcedente ocultar.
Por ahí, en un diccionario muy peculiar, leí la siguiente definición de cobarde: 'dícese del que piensa con las piernas'. Creo, sin embargo, que es preciso hacer un apunte a tal aseveración -que me parece ingeniosa por demás-. Reconsiderar no es acobardarse; recordar y componer el camino, tampoco. Hace algún tiempo que he venido esperando esas letras suyas. Es usted muy predecible, sabía?
No, no tengo nada que ocultar. Creo que he tomado una buena decisión.
Considero que no caben las explicaciones: se explica aquello que está fuera de la lógica.
Lo mío está muy dentro de ella. Lo sucedido me sacudió e hizo que recordara la máxima de serme fiel. Uno es perfectamente capaz de equivocarse -lo sabe muy bien-, y si se comete una infidelidad, no hay problema: la palabra lo deja muy claro. Uno es uno. Los demás son meras consideraciones.
Sí, lo sé. Tanto lo sé, que lo he dejado claro a quien merecía saberlo.
El ser humano es tan maravilloso, que tiene el privilegio de escoger.
Hice una elección y creo que no me equivoqué.
Y si ha sido así, que hable el tiempo. Es el único juez autorizado para dictar sentencias de tamaña magnitud.
No se preocupe, ni se ocupe.
Olvide, está en su derecho.
Usted disculpará pero esta vez no comparto su visión.
Gracias infinitas. Y que le vaya bien.