Y trino...

junio 29, 2010

Lluvia cernida sobre una taza de café y sueños

En primera instancia: cerrar los ojos y volar.

Perdóname por no ser la caricia que cobija tus ojos cansados,
ni los niños jugando en la cancha de la cuadra.
He vuelto a ser el viento que mece despacio todas las puertas,
todas las palabras muertas en la boca del destierro.
Todo partió de la suposición de un mundo distinto,
con casas de amplios traspatios, cocinas estrechas,
helechos frondosos y caminatas que terminaban siempre en un café.
Quise guardar bajo llave la lluvia que mojaba tus zapatos recién boleados,
tus cigarros rojos y el delicado boucher de un motel barato rumbo a casa.

Ya los últimos compases suenan y sobre la duela apenas estamos vos, un espacio y yo.
Era un rock pesado en el que brincoteamos sin ton ni son hasta que las rodillas pidieron descanso.
Es tiempo de descansar, y juro por la distancia que hoy hace un frío que cala hasta los huesos.
También quiero citarte en algún lugar un día, y sentarme a esperar a que llegues con la espalda arqueada, las manos en huelga y un ligero amargo en la solapa.

Me duelen la noche que pasa y las ganas que no tienes.
Sobre todo, la arena rasga la visión de una mañana soleada.
Y hoy leo, escribo y adivino el pensamiento.

Postdata: ¿cuándo me lo dices?

junio 25, 2010

Y tantas cosas más...

En primera instancia: cerrar los ojos y volar.

¿No te parece que la cocina es un lugar curioso?
Todos los sentimientos tienen su origen en el estómago,
todo se resuelve desde el estómago. 
(sufro de gastritis, carajo)


Te dejo, yo qué sé,
el fracaso más tierno,
la idea de no verte,
ese pequeño espejo
donde te amé durante
tanto tanto tiempo,
tanto tanto tanto tiempo.


Te dejo la palabra,
el vasito de vino,
esos pasos cansados,
el saberte conmigo,
el morir y vivir
encogido en tus besos,
encogidito en tus besos.


Vendrá la vida a vernos
en el mes del olvido
cuando tiene la tarde
el color del domingo
y sabe la nostalgia
a cuaderno y colegio,
a cuaderno y colegio.


Así que aquí te dejo,
cuando voy al trabajo,
la promesa solemne
de volver a tu lado
aunque esta noche el mundo
se hunda y me desarme,
se hunda y me desarme.


Para que tú lo sepas
te dejo como herencia
lo que yo siempre quise:
el dolor, la tristeza
de otros –Dios los bendiga–
que nos hicieron grandes,
que nos hicieron grandes.


En ellos me refugio
con ellos soy monarca
dueño del paraíso,
señor de cuerpo y alma
y dios omnipotente
de las calles y bares,
de las calles y los bares.


Y dueño de tus labios,
dueño de tus reproches
y de tus regañinas,
de tu tos por la noche
y de esa palabra
que huele a pan y a tarde,
que huele a pan y a tarde.


Te dejo todo eso
sin que nadie lo sepa.
Donde salvar la vida
efímera y pequeña,
un lugar de esperanza,
aquel dulce refugio
en que han de convertir el mundo. 



(Papel encontrado en la cocina, Ismael Serrano)