Y trino...

diciembre 23, 2014

Mute

Las palabras, como esa bocanada que une lo inmundo con lo placentero del vicio.

Esos pequeños robots que de los dedos, de la piel, de los mismísimos ojos, escapan para evidenciar la rutina, la hoquedad, el hastío.

Hoy han montado en un telegrama y se han marchado a otro país. Lejos, buscando un faro o un timonel, cualquier cosa lejana a un signo de interrogación.

Aún en el silencio insistirían en vivir.

Es extraño: cada día amanece pegada una nueva a mi ventana. Hay que ser muy ágil para atraparla. Soñador irremediable quizá.

[Lo único de irremediable que la vida me ha dado es la desilusión]

Creo que he olvidado cerrar con llave la jaula que las contiene. Cada noche es igual. Quizá se trate de un boicot, un último recurso de la memoria para curar su enfermedad crónico-degenerativa: retener las simples cosas, subsistir de pequeños instantes, de tropezones que hacen tambalear mi mundo.

Por eso han comenzado el éxodo.
Eso debe ser.
Se han cansado, como yo, de intentar construir una autopista panorámica con cada retazo de felicidad.

Las palabras, esas pequeñas trampas...

Es de noche ya y seguramente preparan el golpe definitivo: el silencio que se devora a sí, borrando cada buena intención de firmar la paz.

Vayan pues mis mejores criaturas a vos.