Y trino...

enero 24, 2011

E-pístola III. Cantora

"Entre los rincones que anida mi alma hay un espejismo lleno de esperanza..."

-Marcela Morello-



No voy a mentir: me gustaría que estuvieras aquí.


Pero tenía que dejarte ir porque tus ojos gritaban por libertad,

Porque tu mano ahora buscaba otra geografía que recorrer

Y tu espalda no se arqueaba más al contacto con mis labios.



No hubo violencia ni escaramuzas.

Bien dice la canción: las distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres.



Por analogía.

Por sentido común.

Por piedad.

Porque así la vida nos enseña a dejar volar.



Me encantaría que estuvieras aquí, como hace dos años estuve contigo.

Paradójico, no? Lamer una herida que después reabrirás.

Porque soy cantora y una eterna buscadora también, así te dejo ir.



Suena Mercedes “La Negra” Sosa: razón de vivir, jamás te olvidaré y zamba para olvidarte.

enero 22, 2011

E-pístola II. A la orilla del cielo

"El desenlace une la vida de cada una de las figuras en una disertación sentimental honesta, aunque esquemática..."

- José Cervantes en la publicación Cine Premiere-



Hasta entonces, lo único que suponía era que aprendería cine.
Me volé una clase sin intención, por miedo a preguntar.
Tonterías, ya ves.

No puedo negar que mis compañeros, en su gran mayoría, parecían lelos en la clase de Gustavo García.
Claro, por aquellos días ni imaginaba que ese tipo gracioso-pedante era una figura.
Chica provinciana que estudió periodismo y ni la televisión ve. Perfecto.
Se trataba de un considerable crítico de cine, investigador y, por qué no, teórico.
Sus clases eran como una de esas historias maravillosas de conquistas y glorias que, supongo, han de contar los abuelos. La verdad, me emocionó todo menos la materia que tomaría durante el intercambio.

Después de los malos tratos en Querétaro, de ver al hoy bendito Jefe Diego a cinco metros de distancia en San Miguel de Allende y las compras de uniforme a prisa, lo que menos quería era tarea. Era sencilla y vos, amante del cine, te prestaste a ayudarme: ir a ver "A la orilla del cielo". Así, sin más referencias.

(Ahora sé que forma parte de la trilogía "amor, muerte y diablo", del realizador Fatih Akin de origen germano-turco)

Conservo el ticket de entrada y luce en él la fecha de nuestro primer beso de consentimiento mutuo (antes me habías robado uno): miércoles 21 de enero de 2009 8:00 pm Sala 4 Cinépolis Universidad.

Yo, como siempre, iba en fachas; vos, muy elegante, de tacuche café.
Comida de plaza o restaurant por fuera, ojos de borrego a medio morir...
las puertas bien abiertas para que te instalaras.

Fue una gran noche: buena película, mejor compañía y excelente culminación.
De ahí al viernes, la promesa de un fin de semana juntos me mantuvo con sonrisa ancha.
De ahí al día de hoy, la marea de momentos que indudablemente volvería a repetir contigo.

Hace dos años estaba declarándole al mundo que por fin sería feliz.
Y lo logré.
Gracias infinitas.




A la orilla del cielo (trailer):
http://www.youtube.com/watch?v=9SBROcesCxM

Soundtrack (just push play) cortesía de Manuel García, "Hablar de ti".

enero 21, 2011

E-pístola I. Así es mi amor

"Por ti voy a llorar mientras me quede llanto
y grite de llorar mientras cariño tenga
comprendo que tú eres la causa de mi angustia
pero es tanto mi amor que hasta sufrir me gusta..."


                         -José Alfredo Jiménez-





Qué más hubiera querido que causarte un dolor bien grande.

Uno de aquellos que sólo vienen de un gran vacío, de la insoportable –en la verdadera extensión de la palabra- ausencia del ser amado.


No sé que sientas en este momento, y he intentado imaginar lo que sentiste aquella noche.
He partido del supuesto de que todo fue un mal entendido. Aún en el silencio sigo dándote el beneficio de la duda.
Habrán pasado muchas cosas por tu cabeza, quizá ni siquiera le hayas dado tanta importancia. Estuve más de una semana en la misma ciudad y apenas pude verte dos horas.


La sorpresa, las películas, las nuevas adquisiciones. Nada.
Éramos dos viejos conocidos charlando sin ganas, mirando todo alrededor y nada hacia nuestra relación. Ni un beso ni un abrazo sinceros, de esos que reparan cualquier malentendido. No supe qué decir ni cómo decirlo, me llenaba el verte, el oírte.


Supe que por más determinación que llevara encima no podría decirte que tenía meses sin sentirte conmigo, que me había calado profundo que no llamaras más porque no tenías qué contar, que te hubieras desentendido de mi visita y que no hubieras puesto fecha para reponer la invitación al cine. Tampoco supe –ni quise preguntar- si la visita a Guadalajara se había concretado ni si habrías regresado a tiempo para verte mucho antes de ese jueves.


Discúlpame si no insistí lo suficiente. Uno nunca lo sabe y peca de no querer parecer impertinente. Confieso que no apunté en tu calendario los días que estaría allá ni mencioné más; confieso que la cancelación me sonó a pretexto. Luego de las fallas insistentes en todas las líneas telefónicas y especialmente en los móviles durante el fin de semana, el lamentable deceso en tu oficina debió ser una señal. Pusiste tus prioridades y claramente no figuré en ellas. Poco a poco la lucecita se apagó.


Aguanté lo suficiente como para no desmoronarme frente a los pasajeros en la sala de espera.
Ha pasado suficiente tiempo, creo que no responderás más.


Aún en la distancia sigo otorgándote el beneficio de la duda.
He recordado muchos buenos momentos a tu lado.
Ahora que se acerca el 23 de enero no puedo evitarlo.

Insisten tu sonrisa, la posición al dormir –y al despertar-, la sonrisa pícara y ese gesto de interesante al conducir. Tengo frente a mí la vida que quisimos compartir, ahora sin tu aliento ni tu tacto. Sigo adelante sin rencor, con un pelotón de “hubieras”, a sabiendas de que la vida es una doble ruleta que habrá de ponernos frente a frente alguna vez y a cada quién con su cada cual. Cierro los ojos y espero abrirlos cuando la vuelta me ponga de nuevo junto a ti.

Entretanto, buscaré la alfombra, la mesa de centro y el frutero