Sentarme en la plaza central de una ciudad cualquiera.
Esperar mientras recorro uno a uno los recuerdos que me llevaron hasta ahí,
a ese punto del camino donde se hace necesario descansar,
donde siempre habrá una silla amiga, una traición.
En los escaparates, quizá en la estación o en la recepción de un hotel,
vos haciendo lo propio, soltando el equipaje,
reuniendo los argumentos necesarios para no llegar a tiempo.
Eso en el mejor de los casos.
Quizá escojas la comodidad de casa,
la inocencia de una excusa laboral,
el cansancio de una semana a oscuras,
la complicidad de un contestador que se ha quedado sin voz.
Afuera correrá un vientecillo solemne
y yo, con el block de notas vacío, cerraré con llave la historia.
Un pase mágico y habrá terminado.
A volar, pájaro de viejas nubes: el cielo tiene enormes lenguas blancas que sirven de borrador.