Y me siento en esta ciudad como en cualquier otra: deshabitada, muñeca de cartón plegadizo y moldeable.Un animal silvestre no debería conocer la civilización ni en sueños jamás. Tanto contacto con lo serial nos vuelve predecibles.
Y me siento en esta ciudad como en cualquier otra: deshabitada, muñeca de cartón plegadizo y moldeable.Un animal silvestre no debería conocer la civilización ni en sueños jamás. Tanto contacto con lo serial nos vuelve predecibles.
'¿Qué fue que nos unió en un mismo vuelo? Los mismos anhelos, tal vez...la misma cruz [...] Yo sólo quiero que sepas: no estoy aquí de visita [...]'
Vamos de extremos opuestos hacia el umbral de confort,
del norte hacia el sur, de tu mano a mi espalda,
de mi almohada a nuestros sueños.
Siento en la cara el vientecillo de tus trenes,
lucha ancestral que va [está] forjando futuro.
Vuelo tus aviones de niño, peinas mis muñecas de listón.
Tenemos la seriedad en sobres de 5 gramos, resguardada bajo llave
con una nota en letras rojas: úsese en dósis espaciadas y estrictamente necesarias.
Se sirven las cosquillas en la cama, religiosamente antes de dormir;
se construyen barquitos-heraldos entre mi molestia y tus disculpas;
se destraban lenguas, se surcen entrecejos desgastados,
se saldan cuentas de tiempo malgastado.
Aperturamos cuentas de deseos arraigados,
damos el servicio de paquetería vía 'dreams come true'.
Brindamos servicio a la comunidad:
actualmente, se prepara el acervo 'mispa.páses.tánlo.cos' para los próximos habitantes.
Pase, traiga botella de vino en mano y una sonrisa bien puesta.
Nos reservamos derecho de admisión.
['Y no hace falta decirte que ya perdí la cordura, que ya colgué mi armadura en tu portal']
(Fusion, Jorge Drexler)
'What is that noise?'
The wind under the door
'What is that noise now? What is the wind doing?'
Nothing again nothing
'You know nothing? Do you see nothing? Do you remember nothing?'
I remember
Those are pearls that were his eyes.
Are you alive, or not? Is there nothing in your head?'
[Fragmento /A game of chess. The waste land. T.S. Elliot]
"Extranjeros: ésta es mi Patria. Aquí nací, y aquí viven mis sueños..."
Espera el viento norte. Un feroz aliento que la arranque de tajo. De aquí.
Mudo testigo de la gravedad,
rostro ofrendado de nuevo a la tierra,
a cada paso con más devoción,
arándola...
Camina firme, sin rumbo, con el sueño puesto allá en lo alto.
Perecedera, estacionaria.
Cada mirada, las parejas que habrán hecho el amor, las que no, los que acaban de robar, todo pasa por el tamiz de sus ojos abismales.
Caer en ellos es renacer,
jugando a ser alguien más,
mejor o peor,
pero siempre diferente.
Su imagen debilucha, ajada, casi transparente, arremete contra la multitud. Y cuando sucede la maravillosa sinfonía del silencio, se alcanza a oir un quedo, muy quedo batir de alas.
Mujer que ríe entre lágrimas
muertas antes de nacer.
Mujer que teje el nido,
amorosa, incansable, loca.
Guerrera ancestral de decadente sensualidad.
¡Ay, mujer pájaro, cuándo podremos volar!
- José Emilio Pacheco -
Despierto con la tristeza haciéndome cosquillas en los gestos. La sinfonía de los árboles en invierno es un excelente soundtrack para mis días 'inside'.
Bebo con poca certidumbre una taza de café.
Me receto mantener los ojos cerrados, respirar lo menos posible y salir con el disfraz de sonámbulo a vagar por las calles; ignorar el rápido devenir de las horas, olvidando a propósito mi viejo reloj de arena en el sofá.
He tenido pocas certidumbres en la vida, y ninguna me ha oprimido el pecho como ésta que ahora me devuelve al filo desgarrador de la pluma y el papel.
[Rewind a mi time-code. Cero absoluto y escribo mi sentencia...]
"Tu cabello huele a golondrinas en vuelo, Alondra.
Y mis ojos se llenan de la humedad del viento que van dejando".
[Pero yaces ahí, fragmento. Efraín Bartolomé]
Pienso.
Sé que en algún lugar está.
El tiempo es un señor respetable
-no es mi objeto de culto-
que parte en dos mi soledad.
Una, púrpura y amable
que comparto con vos
a la noche, al amanecer
en el silencio.
La otra, la peor
se aparece cuando das la vuelta,
me asalta
y me vence.
Vuelvo a pensar.
"¿Qué demonios me hace falta?"
Sonrío,
le guiño un ojo a esa puta,
le doy la mano,
las buenas noches
y nos vamos a dormir.
Su firma es la mejor de mis sonrisas.
Y una pregunta más:
"¿Y por qué no?"
¿Quemar las naves?
Es como cortarse las alas,
como sacarse los ojos cuando el arcoiris apenas asoma,
y quizá, como decir '¡basta!' en plena celebración.
Para quemar las naves, señor, es preciso haberse relamido alguna vez los bigotes en el sabor de la victoria; cantar arias a plena luz desde el plexo solar, melodías atoradas en la lengua.
Se me ocurre que también es preciso saber a qué atenerse, haber probado la libertad y tener la seguridad de estar parado en el lugar preciso, a la hora precisa y con la gente idónea...
Lo supongo, porque hasta ahora no he tomado la decisión de quemar las naves.
Ni tengo fósforos, ni alas débiles, ni la intención.
¿Qué hay de usted? Trampolín, sensei, viento.
¿Qué me dice usted de 'quemar las naves'?
mai-vous m'inviter?
maggio vi invitiamo me?
may you invite me?
Un café, un abrazo cálido, no sé.
Te los pongo al mismo costo, con nombre, firma y dirección.
En verdad, lo digo en época de crisis, me basta con verte llegar.
Entonces, ¿qué me vas a invitar?
[P.D: He escuchado decir que el portugués es un idioma muy sensual. Habrá que intentar...]
De a poco aprendí que volar es una actividad pocas veces compartida.
He volado de muchas formas, en cada recuerdo, a cada instante.
Me paseaba con anchas sonrisas cuando compartía cada jornada con ellas en la universidad;
con él, cuando vagamos por los estantes llenos de libros o las madrugadas de ocio.
(Alguna vez invité al viaje a la soledad, con sus ojos redondos y acuosos)
Muchas veces hicimos aterrizajes forzosos, accidentados, confusos...todos se han contado como uno más, aunque no hayan llegado a su destino.
También sucedía que me cansara de volar,
y entonces alguien más tomaba el mando y cargaba con mis alas cansadas.
(Saben que desde lo más profundo les agradezco).
Por ellos, por ustedes y los que se unirán es que ahora tomo aire, fijo la mirada y lo vuelvo a intentar.
Ahora en diferente latitud.
Quizá el mismo rostro, el mismo ánimo de tranquilidad
pero nunca, ni echando la vista atrás, con el mismo plumaje.
He de tomar entonces una frase que he visto por ahí -y que me perdone el autor la falta de crédito-: 'No te reconocí, es que he cambiado tanto...'.
[Preparándose para abordar]