Y trino...

diciembre 13, 2015

Mea culpa

En primera instancia: cerrar los ojos y volar.

Anda, hagamos un hueco en la luna para guardar mi memoria perdida y las promesas que no estamos dispuestos a cumplir.
Vamos, que volvamos a sonreír honestamente y a andar de la mano de alguien sin pasar de largo el nombre del otro.
Que duela, pero que sea agradable la sensación. Y vuélveme a mirar con aquella expresión, como quien dice "distancia" y busca un refugio. 

(Del montón de cosas perdidas en la computadora)

agosto 23, 2015

Farewell

Mudarse es aprender un cuerpo, detenerse a mirar sus cicatrices y repasar cada uno de sus lunares.

Es comenzar la búsqueda, almacenar en los anaqueles de la memoria -y clasificadas- cada una de las emociones experimentadas.

En mi maleta no caben los recuerdos: se van en mi piel, las pestañas, la nariz.

En ese nuevo lugar cabrán todos mis miedos: el fracaso, la soledad, el olvido.

Pero a cada vuelta, con cada nueva interrogante, irán evaporándose junto con ese quedito dolor en el pecho.

A la noche, con la vista en el techo y la memoria encendida, un beso en la frente y una canción habrán de devolverme a mi sitio.

Una canción de cuna y un whisky en las rocas, por favor.

julio 28, 2015

In memoriam

Te he buscado en la memoria con mucha frecuencia en los últimos días.

En la ansiedad por fumar, en el café que se enfría en una mesa de aquel lugar al que no regresamos más.

En el pie torcido y las ardillas corriendo, o con el proceder del niño que pone su película favorita al despertar.

Si la memoria no me fallara, podría repetir uno a uno, y en orden alfabético, los títulos de tus películas, series y discos.

Si no me hubiera propuesto borrar tu paso por aquí, aún podría leer el inventario de propiedades que a propósito dejé en tu casa.

Si recordar fuera un proceso menos doloroso, quizá mi memoria gozaría de excelente salud. Pero ahora compruebo que junto a tus lágrimas de despedida, está el archivo sonoro de tu voz mandándome al carajo una tarde de sábado.

Que si disfrutaba los paseos de fin de semana, la casa de descanso, los ataques voraces al puesto de películas...todo sería perfectamente negociable por un chance para ver qué sería de mi vida si hubiera hojeado aquellos anuncios de alquiler.

Daría la vida por que mi memoria selectiva eligiera quedarse con lo del día. No con la falsa operación, ni con tu remedio contra la inseguridad.
Ni con la falta de carácter para poner en palabras lo que dices con la mirada.

Y si hubiera que elegir entre miles de momentos, sin duda me quedaría con tu olor, la temperatura de tu cuerpo y el rigor de tu abrazo en la primera noche del resto de mis días.

A ti, hombre de mi vida.
Siempre te elegiría, aunque la opción esté desactivada.

julio 12, 2015

These days

En primera instancia: cerrar los ojos y volar.

Tenía ganas de gritar, escupir, vomitar;
luego tuve ganas de correr, volar, desaparecer.
Quise ser poema, el acorde de una canción, la frase que no se dijo por pudor.

Lo cierto es que, aún con mi tristeza de lluvia cernida y mis cancioncitas extrañas, no pude pasar de suspiro, anhelo, "ganas de" y "lástima que".

Some of these days, i'll be a humming bird.

Seré verso, verbo y raíz.


[Billie, magistral, intenta consolarme con su voz en "All of me"]



junio 08, 2015

It's time

Hasta cuándo voy a repetir el desenlace?
Por qué no tenemos por costumbre a la verdad?
Y si hoy me arrepintiera, cortaría esta suerte de maldición gitana?

Si alguna vez tengo que predicar, que sea con una vida en equilibrio y sin arrepentimiento: a veces caer también es ganar.

Que nadie vuelva a enseñar la victoria como único camino hacia la felicidad.

Que nadie pueda acusarnos de no haberlo intentado.

Jamás.

abril 13, 2015

Cuaderno de notas

Al doblar la esquina

http://muysalsa.blogspot.com/2015/04/al-doblar-la-esquina.html

(siempre hay algo que resguardar)

enero 26, 2015

Antioquía

En primera instancia: cerrar los ojos y volar.

I

Antioquía queda en algún lugar de Turquía...
En Turquía, las mujeres tienen enormes ojos expresivos, como parte de una evolución social que las obliga a gritar con ellos, por la impotencia de la realidad circundante.
Sin acento, es un departamento de Colombia, donde las mujeres tienen caderas redondas y se rumora, algunas saber cómo menear con maestría.

Carezco de ambas características: mis ojos -si acaso antaño parecían dos diamantes negros a los ojos de Iwan- están tan abatidos por la falta de calor que apenas lucen detrás de este par de gafas; mientras que mis caderas poco a poco ceden a una juventud desperdiciada en romanticismos de novela gráfica mexicana.

Lo que son las cosas: hace unos diez años, traía derrapando por mis letras a un argentino con ascendencia turca. Y hoy lo he vuelto a encontrar.

II

A Andrés lo conocí haciendo gala de su habilidad con los sonetos.
Por aquellos tiempos -en una aventura que comenzaría con la adaptación libre de "El sastrecillo valiente"- escribía fervientemente. La prosa era mi cómplice para conquistar a los profesores de crónica.

Un don Juan, sin duda. Y como todos, tiró a matar.
Caí. No ingenuamente, sino con la picardía de quien sabe que está metiéndose en terreno peligroso.
Ambos sabíamos que no éramos territorio exclusivo, una especie de patria o nación que abandera un sujeto y pretende gobernar, como si ese ente múltiple y complejo se comportara siempre igual.

No logro hilar en el tiempo, pero creo que me vio triunfar un par de veces y fue partícipe de mi conversión.
En qué? Pues en una grandísima hija de puta.
Le conté de mis juegos con aquel viejo compañero de crecimiento; fue partícipe de mis fiebres en la madrugada; hicimos planes para reconquistar La Habana -y reír juntos en La Bodeguita del Medio, mojito en mano-. Quizá alguna vez haya cruzado por nuestras cabezas la idea de robar un pedazo de cielo en la zona cafetalera de Chiapas.

El último intento fue hace un par de años.
Quisimos llenar de letras el aeropuerto de Barcelona.
Hoy, no sé nada de él.

III

Antioquía Couceiro nació de una despedida cruel.
Aquél portón sin abrir, las diez llamadas directas a buzón.
Conmigo, interesantes personajes: Garibaldi, la vuelta a los Camel, el Chilaquil y los entrañables tacos de longaniza.

Aquella fue una oportunidad.
Después de siete días de búsqueda, cuando por fin dí con el objeto de mi desazón, se fue la luz.
Y volví al punto de partida.

La respuesta nunca llegó.
O al menos jamás como la esperaba.
Fui desterrada de cualquier contacto que siquiera sugiriera que ahí, en algún momento, mi nombre fue madera y mi carne fuego.

IV

Hoy, Couceiro a días de cumplir años -un pez plateado de La Coruña- e Iwan apareciendo de nuevo.

Si tuviera que comenzar de nuevo, como aquella vez, quizá conservaría mi nombre de batalla.
Sólo para comprobar que quien ríe al último, tardó en comprender el chiste pero no volverá a dudar.